El 27 de diciembre, día en el que nos encontramos, quedará marcado en la historia de España. La vacuna del COVID-19, nueve meses después de que la vida se paralizase cómo no había sucedido hasta entonces, es ya toda una realidad y marca el principio del fin a esta terrible pandemia que nos ha tocado vivir.
En estos tiempos de coronavirus la vida ha tenido que ir adaptándose poco a poco con el paso de los meses. De un confinamiento domiciliario se pasó a una desescalada por fases que desembocó en la denominada nueva normalidad. Normalidad que de nueva tuvo poco, de vieja tuvo todo y que duró sin generar nuevos contagios tan poco como se podía prever. Había que salvar el verano y a poco lo terminamos ahogados.
Pero superado el período estival y con la peor situación posible en cuanto a nivel de contagios desde el fin del estado de alarma (21 de junio) era el turno de que el curso educativo volviese a arrancar en sus fechas habituales de cada año.
Un mal contexto para arrancar un curso educativo
El 7 de septiembre, con una Incidencia Acumulada en La Rioja de 384.75, se afrontaba el gran reto de devolver a las aulas a más de 50.000 estudiantes y 5.400 profesionales con la mayor de las seguridades. El objetivo no era otro que conseguir que la actividad escolar no se convirtiese en un foco de contagios masivo que detonase aún más una segunda ola que ya vivíamos en el arranque del curso escolar.
Desde las administraciones públicas se aseguró durante las semanas previas que el Plan de Contingencia diseñada para la vuelta iba a hacer de los colegios un lugar seguro. Provisión de material y EPI’s en los colegios, diseño de medidas de seguridad en las propias aulas, planificación de grupos, burbujas, un ratio (profesor/alumnos) mucho más bajo de lo habitual y un sistema coordinado entre los centros de salud y las escuelas eran las piedras angulares sobre las que se cimentaba dicho Plan de Contingencia.
Y, tres meses después, se puede confirmar que la vuelta a las clases presenciales ha sido casi un éxito total. Se le puede catalogar así pese que haya habido contagios en alumnos y profesionales durante estos tres meses y pese a que varias aulas hayan tenido que cerrar durante 10 días por cuarentena. Porque contagios se iban a producir (y se seguirán produciendo), tristemente, nadie está a salvo de contagiarse y por pisar un aula se adquiere un aura protectora que te haga inmune al contagio. Además, cabe hacer el inciso que dichos positivos son del ámbito escolar pero no tienen que haber sido generados exclusivamente en dicho ámbito*.
El regreso a las aulas en tiempos de COVID-19, en cifras
Se le puede catalogar como casi éxito – me reservo la rotundidad en la calificación para cuando los casos sean ínfimos y anecdóticos – a tenor de las cifras que se reflejan tras el primer trimestre de curso superado.
Si miramos el número de contagiados en el ámbito educativo tenemos que 1.627 alumnos y/o trabajadores han sido positivos por COVID-19 desde septiembre hasta la fecha, una cifra que puede llegar a asustar así en crudo pero que puesta en contexto pierde gran parte del susto. Dichos mil seiscientos veintisiete contagios suponen el 3.19% del total**, lo que supone una parte pequeña visto desde esta forma. Y que, dándole la vuelta, supone la positiva noticia de que el 96.81% de las personas del ámbito educativo siguen sin haberse contagiado.
Continuando ahora a observar cuál ha sido el impacto del regreso a las aulas sobre el total de contagiados en este periodo de tiempo, se refleja que, en el cómputo total, del 7 de septiembre al 24 de diciembre, en La Rioja, la cifra de casos totales ha aumentado en 11.654. Por lo que, de dicha cifra, los provenientes de personas del ámbito escolar suponen el 13.96% y, aproximadamente, una séptima parte de ellos.
Un mes de diciembre de bajada
Desglosando el número de contagios en meses observamos que durante las tres semanas de septiembre se dieron 266 positivos. En octubre, junto a la subida de contagios general, los casos se alzaron hasta los 662 marcando el máximo de lo que llevamos de curso. Noviembre llegó con las restricciones impuestas y con ello la cifra en las escuelas cayó hasta los 518 alejándose del pico marcado en el mes anterior.
Pero la nota positiva la marca el último mes del año. En este mes de diciembre el número de positivos ha caído de forma abrupta hasta los 170 contagios, todos ellos con un origen de contagio ajeno a las aulas. La caída de contagios ha traído consigo la consecuente bajada de casos activos que se ha mantenido durante todo este mes de diciembre por debajo de la centena de casos activos.
¿Por qué los colegios no y la hostelería sí?
A finales de octubre, el gobierno regional impuso medidas para frenar la curva de contagios que alcanzaba máximos y se superaba a diario. La hostelería debía de bajar la persiana durante un mes y tan solo podría levantarla para dar servicios a domicilio o para llevar. Dicha medida trajo las protestas y críticas de los ciudadanos que no entendían dicha decisión.
Muchos centraron su enfado en por qué solo la hostelería debía cerrar y no se suspendía la actividad escolar también dada la cantidad de personas que reúne cada día de lunes a viernes durante más de seis horas. La postura oficial del gobierno sobre este tema se desconoce. Tan solo nos queda aferrarnos a los datos que podamos tener sobre cada ámbito para tratar de dar luz a dicho asunto.
Sin disponer de los datos regionales, tan solo nos queda recurrir a los datos semanales que proporciona el Ministerio de Sanidad de todo el territorio nacional sobre el origen de los brotes y casos notificados. Su actualización del pasado 24 de diciembre, refleja que el acumulado de casos surgidos del ámbito social hasta la fecha es de 6.477 brotes y 46.097 positivos, lo que da una relación de 7.1 casos por brote. Observando en el ámbito educativo, las cifras son de 2.288 brotes para un total de 14.293 casos y un ratio de 6.2 casos/brote.
Además, otro punto epidemiológico que puede decantar la balanza a favor de mantener las escuelas y no la hostelería es la trazabilidad de los posibles casos generados de un caso positivo. Por ejemplo, cualquier alumno, junto a sus compañeros de aula, está registrado en un centro de salud por lo que es más sencillo detectar posibles casos en su ámbito escolar. Y, por su parte, un contagio en ámbito social tiene una trazabilidad más complicada puesto que la red de contactos de un positivo depende casi de lo que comunique el propio contagiado.
Con todo ello, se da por superado el primer trimestre del curso escolar 2020/21. Posiblemente el más complicado y el mayor reto de planificación al que se ha enfrentado el sector de la educación en los últimos años. El primer tercio del año ya se ha superado pero queda mucho por delante y bajar la guardia no es una opción.
*. Ejemplo; un alumno positivo por un contagio familiar sería considerado también como positivo escolar pese a no tener su origen en el colegio.
**.Total del sector educativo: 50.981 alumnos + 5.400 profesionales.