Anoche Osasuna se despidió de la Copa del Rey. Lo hizo luchando, como es parte de su ADN; lo hizo con varias jugadas discutidas en su contra, como viene siendo tónica en esta temporada, y lo hizo sin la verticalidad suficiente como para lograr un último pase que los llevara a disparar con contundencia entre los tres palos, algo que solo hizo una vez en todo el encuentro con un tímido disparo de José Arnaiz.
Con uno menos Osasuna sacó coraje pero no bastó. No bastó porque ya perdían los rojillos 0-1 fruto de un penalti muy discutible y tras ver cómo el árbitro y el VAR no apreciaban nada en una jugada que se produjo previamente en la que Budimir caía trabado en el área. Algunos lo denominan las secuelas de la Supercopa. ¡Qué sé yo!
Los primeros minutos fueron osasunistas, pero, alcanzada el primer cuarto de hora de juego, los de Pamplona se diluyeron. A pesar de ello, los de Imanol tampoco demostraban nada.
En la segunda parte, comenzó atacando Osasuna; pero después los txuriurdines protagonizaron dos peligrosos disparos justo antes de la primera polémica del partido. Y ahí, ya tal. El VAR que debía confirmar o no el penalti, terminó decretando la roja directa de Catena.
Tras ese varapalo, se creció Osasuna, que tiró de garra y de osasunismo. Desgraciadamente, en esta temporada eso no está siendo suficiente. Faltó puntería, últimos pases y mordiente de cara a puerta
En el tiempo de descuento Osasuna terminó de certificar su derrota. Segundo penalti en su contra que, esta vez sí, era indiscutible, y que, esta vez, sí, detuvo Aitor Fernández pero en el que ante el rechace, un más que agotado Juan Cruz, no pudo seguir la carrera de un Mikel Merino que sentenció la eliminatoria.
Y sefiní. La aventura del finalista de copa concluye cuando la competición acaba de empezar. Y ya está. Toca ahora centrarse en una liga en la que los rojillos sufren urgencias. Toca ahora pensar en lo importante que es la permanencia.
Pero la derrota, duele.