Otra vez más, otro año más, el toro de San Miguel terminó luciendo su manto gracias a la pericia rinconera. El toro, como es tradición, fue previamente asido por los jóvenes rinconeros con cuerdas.
En esta ocasión, el lugar en el que el toro debía ser amarrado se había convertido en un elemento prácticamente de juguete para las reses que durante toda la tarde habían pasado por la plaza.
Puede que por ello, muchos dudaran de que en esta ocasión pudiera cumplirse con la tradición, pero la valentía rinconera lo posibilitó.
Una vez que el toro quedó vestido con el manto de San Miguel, dos chicas se encargaron de cortar las cuerdas y posibilitar el paseo del toro por el ruedo de la plaza con las galas en honor al patrón.
(Imagen: Kiko Boncanelli)



