Hoy hemos conocido un nuevo informe de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil. Esta información revela presuntos pagos en efectivo de cantidades económicas de origen desconocido a políticos y asesores de estos. Txistorras, lechugas y soles los llamaban.
La aparición de esta nueva noticia, una más, sobre presuntos nuevos delitos de corrupción de algunos personajes de nuestra clase políticas, de esos más preocupados por atender a su beneficio personal que por el servicio a los demás, nos ha llevado a cambiar la canción del día que teníamos prevista destacar hoy, en nuestra sección musical «El sitio de mi recreo» hoy, y optar por el «Político» de Barón Rojo.
La canción de esta banda de heavy metal y hard rock deja claro desde sus primeros compases su desprecio por los políticos, a quienes acusa de ser corruptos, manipuladores y cínicos. La letra refleja un sentimiento de hartazgo y desilusión con los líderes políticos.
Escuchar “Político” de Barón Rojo es sumergirse en una radiografía feroz de la vida pública, donde la música se convierte en bisturí y la letra en denuncia. La canción; incluida en su octavo disco de estudio, Desafío (1992); destila una energía que va más allá del rock: es un alegato contra la corrupción, la ambición desmedida y la doble moral que acompaña a quienes ejercen el poder.
Desde los primeros acordes, la guitarra despliega un riff seco y agresivo, cargado de la contundencia característica del heavy metal de los años ochenta y principios de los noventa. El ritmo, marcado por una batería directa, transmite la urgencia de un discurso que no admite rodeos. Todo en la canción parece empujar hacia adelante: las cuerdas, la voz rasgada de Carlos de Castro, las líneas de bajo que sostienen un andamiaje sólido.
La letra es el verdadero núcleo de “Político”. Barón Rojo no recurre a metáforas crípticas ni a símbolos enrevesados; prefiere el golpe frontal, la denuncia explícita. En cada estrofa, el retrato del personaje político se dibuja como una figura oportunista, más interesada en la apariencia y en el beneficio personal que en el servicio público. La ironía atraviesa los versos, pero nunca suaviza la crítica: el tono es duro, casi ácido, como un espejo que devuelve una imagen incómoda.
Lo notable de la canción es su vigencia. Escuchada hoy, más de treinta años después, sigue sonando como un himno de desconfianza hacia un sistema que, para muchos, no ha cambiado demasiado. Esa universalidad de la crítica, capaz de trascender contextos y épocas, es parte de la fuerza del tema. “Político” no habla de un nombre propio ni de una coyuntura puntual, sino de un arquetipo: el del poder entendido como privilegio.
En lo musical, el tema representa a la perfección la filosofía de Barón Rojo: rock directo, sin concesiones, con una sonoridad que mezcla crudeza y melodía. No hay adornos superfluos ni virtuosismos gratuitos; la fuerza reside en la claridad del mensaje y en la cohesión de la banda. Cada instrumento ocupa su lugar en un engranaje preciso, que convierte la indignación en electricidad.
“Político” no solo es una canción, es un gesto de rebeldía. Suena como una bofetada contra el conformismo, un recordatorio de que el rock puede ser, además de entretenimiento, un espacio de conciencia. Y en ese equilibrio entre la rabia y el ritmo, entre la música y la palabra, Barón Rojo dejó uno de los testimonios más intensos del heavy español.
Barón Rojo es, sin duda, el grupo más emblemático del heavy metal en España y uno de los nombres que logró proyectar la música en castellano fuera de nuestras fronteras en los años ochenta. Formada en Madrid en 1980 por los hermanos Armando y Carlos de Castro, junto a José Luis Campuzano “Sherpa” y Hermes Calabria, la banda irrumpió en un panorama musical todavía marcado por la transición política y cultural.
Con discos como Larga vida al rock and roll (1981) y especialmente Volumen Brutal (1982), grabado en los estudios Kingsway de Londres con producción internacional, Barón Rojo conquistó tanto al público nacional como al internacional. Su participación en el festival de Reading de 1982, compartiendo cartel con grupos como Iron Maiden o Twisted Sister, los consolidó como pioneros del metal en lengua española.
La identidad de Barón Rojo se define por una mezcla de contundencia musical y letras con carga social. Sus canciones, lejos de ser simples relatos de evasión, se convierten en críticas al poder, a la hipocresía social y a las injusticias, siempre envueltas en un sonido potente y reconocible.
A lo largo de su trayectoria, la banda ha experimentado cambios de formación, etapas de éxito masivo y periodos más discretos. Sin embargo, su legado permanece como referencia imprescindible. Para varias generaciones, Barón Rojo no solo significó el descubrimiento del heavy en castellano, sino también la constatación de que el rock podía ser un vehículo de inconformismo y libertad creativa.
Hoy, Barón Rojo se recuerda como un símbolo. Sus discos se mantienen como piezas clave en la historia del rock español y canciones como “Resistiré”, “Los rockeros van al infierno” o “Político” siguen resonando con la misma intensidad que en los años en que fueron concebidas. Su vuelo no ha perdido altura: permanece en la memoria colectiva como la banda que demostró que desde España también podía rugir un heavy metal de talla mundial.