EL SITIO DE MI RECREO: «Berghain» (Rosalia), la canción del día
A diez días de la aparición de LUX, el que sería el cuarto trabajo de Rosalía, se presentó ayer la obra de arte musical Berghain, la canción presentación de este álbum de la artista española más afamada mundialmente.
«La» Rosalia, sigue demostrando, una y otra vez, su capacidad de reinventarse; su capacidad de creación, su capacidad artística, su capacidad de ser Rosalia una y otra vez.
La catalana se adentra en una era sinfónica y experimental y lo hace junto a uno de los grandes nombres históricos de la música, la polifacética Björk. La voz de la islandesa acompaña algunos pasajes de esta obra. También a lo largo de ella se escucha a Yves Tumor, el artista extremo que concierte la disonancia en identidad.
Durante las algo más de 24 horas que han pasado desde que esta canción vio la luz, muchos han intentado desenmarañar los misterios y enigmas de su letra y su videoclip.
La canción lleva el nombre del templo berlinés de la música techno, la sala Berghain y está interpretada en tres idiomas; español, inglés y alamán.
Se abre con un movimiento de orquesta protagonizado por la Sinfónica de Londres y con Rosalía cantando con un registro lírico y en alemán. «Su miedo es mi miedo, su rabia es mi rabia, su amor es mi amor, su sangre es mi sangre”.
Por su parte, el videoclip lo hace con Rosalia entrando en casa entre penumbras y abriendo posteriormente las cortinas para que entre la luz. La imagen de la Virgen en ese plano marca desde el inicio la dualidad en la que se moverá la canción: la espiritualidad y el deseo.
El video muestra poco después a la orquesta dentro de la cocina y acompañando a la cantante en tareas cotidianas: tomar un café, planchar, hacer la cama, lavar de rodillas la ropa en una bañera… Todas ellas rutinas domésticas que son también clichés. La música llega como un pensamiento, como ruido emocional dentro de ellas. Parte de belleza, parte de dolor.
Rosalía porta en sus pies unas sandalias de rosarios y cruces. El vídeo presenta a una mujer en duelo, que intenta reparar su corazón, que se muestra como una joya rota, que lleva a reparar a una joyería. Antes de ello, Rosalia acude al médico, donde se le ve llena de electrodos.
«Yo sé muy bien lo que soy/ Ternura pa’l café/ Solo soy un terrón de azúcar/ Sé que me funde el calor/ Sé desaparecer/ Cuando tú vienes, es cuando me voy», canta ya en español.
Acompañada de la orquesta por la calle, acompañada por la orquesta en el médico, con la icónica imagen de la orquesta metida en un autobús, con la orquesta llenando el pasillo de su domicilio sin dejarle avanzar…
Con el corazón aún roto, un corazón que el joyero le asegura que no tiene arreglo; frente a una representación de la obra la Dama del Armiño, que simboliza universalmente la pureza y la perfección; regresa a su domicilio con una diadema roja, igual que la que portaba Blancanieves.
Allí ya no hay orquesta, ya no hay ruido. Hay un cervatillo y la música susurrante de Björk. Un zorro, un buho, un pato, un pájaro petirrojo cantor con la voz de la islandesa. Rosalía se transforma en una Blancanieves moderna como símbolo de la pureza.
Pero esa imagen idílica se rompe con las lágrimas negras del adorable cervatillo que dan paso a la música extrema. Regresa la orquesta con cortes rápidos, en el vídeo se suceden imágenes rápidas, violentas, deformadas, punzantes… PESADILLAS de las que la intérprete despierta revetida por la pureza del blanco de sus sábanas para volver a sumergirse en ellas.
Ante el corazón, ante el terrón de azucar que se deshace y desaparece en el café y una paloma que pone final, con su vuelo, al vídeo en el que de manera insistente itera «I’ll fuck you till you love me/ Love me» (Te follaré hasta que me quieras») Yves Tumor.
LA ROSALÍA.




