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De sufrimientos y victorias. Así nos cuenta Ángel Sedano el UD Logroñés- Real Unión

(Crónica de Ángel Sedano)

Uno se hace aficionado al fútbol para sufrir con el equipo de sus amores cada semana, esos sufrimientos que uno elige cuando su equipo es de nuevo cuño y vive en esta Segunda B, tan olvidada por algunos, tan amada y sufrida por otros.

Uno o unos o una o unas van a Las Gaunas un sábado por la tarde a ver ganar a su equipo, esas victorias que engrandecen a un club, siete seguidas; para escribir una historia en estos diez años de vida, como Ñoño, autor del gol 500 así se lo reconoció el club y la grada antes de rodar el esférico.

La UD Logroñés fue un rodillo desde el minuto 1 en el que Rayco a punto estuvo de abrir el marcador. En la siguiente llegada fue David, para algunos y algunas, Rony, para otros y otras, el que con una vaselina sutil a la salida de Irazustabarrena marcó el 1-0. Pronto se ponían las cosas de cara, pero esto es fútbol, ese de ida y vuelta, fútbol de barro, fútbol diferente éste donde un jugador incombustible, como Galán, de falta directa te empata un partido. Tablas en el marcador, tarde movidita y de sufrimiento. Nadie regala nada.

Daba igual tener el balón o no, sin crear fútbol había ocasiones, el partido era dinámico y movido. Ñoño puso el ‘uy’ en la grada con un centro chup envenenado. No había ni patrón ni marinero, puro fútbol, con ocasiónes y velocidad.

Rayco volvió al once titular en su posición, en esa donde se encuentra cómodo. En esta tarde de sufrimientos y victorias, aparecío su cabeza para poner el 2-1 en el marcador en el minuto 14. El golpe a golpe funcionaba, o eso al menos parecía.

Zabaco tuvo la suya de cabeza en el 26 de juego, la replica en la siguiente jugada, pero los Irundarras, esos vestidos de amarillo y pantalón azul, se toparon con Miño y sus manos salvadoras.

En esta primera parte de ida y vuelta, el equipo local echaba en falta a Errasti, lesionado en el calentamiento, el juego sin balón y con balón que aporta Errasti y su equilibrio. La UD Logroñés tenía que bregar con ello, el balón iba y venía de un lado a otro, sin dueño, sin pausa; el ahora tú, el ahora yo. En ese ahora yo apareció Sola en el área pequeña y su remate esta vez sí batió a Miño. Era el 2-2, el volver a empezar en las postrimerias de esta primera mitad, entretenida primera mitad.

Tiempo de descanso, tiempo para escuchar por megafonia el «De tranquilote» el temazo de Danny Romero y Lerica como pintada esa canción, esa velada romántica… Pero ninguno de los veintidos futbolistas hicieron caso a ese «De tranquilote» y sí a la última canción que sonó.

No fue sexual la revolución, fue de fútbol la revolución, de ganas por ganar, de correr, de sacrificio, de sufrimiento. Rony la tuvo en el minuto 46, pronto empezaron las hostilidades; luego fue Olaetxea con jugadón particular. Tocaba divertirse en la butaca, ver las ganas de ganar de tu equipo, todos estaban dando la cara. Hasta que llego ese minuto 61. Falta directa, lejana del área pero centrada. Iñaki jugueteo con el balón, lo sobó, le dijo «vas a ir a la escuadra y meteré un golazo», dicho y hecho, gol antologico de esos que uno no se cansa de ver y ver, de volver a ver, era el 3-2. Partido cerrado, pues no, oigan aún faltaba esa pizca de sufrimiento que dan más valor esas victorias.

Andy pudo cerrar el partido y ahorrarnos ese sufrimiento, aunque su disparo potente, seco, con la zurda se fue al palo en el minuto 65. Hasta Iago en el 81 la tuvo pero se encontró la respuesta de Irazustabarrena, esa misma respuesta que tuvieron sus compañeros de equipo. Tocaba a zafarrancho el lado Irundarra, querian hacernos sufrir. Balones bombeados, corners… lo intentaron por todos los medios posibles, mientras que, a los locales atrincherados, les tocaba ser mayores de edad, les tocaba defenderse hasta el último suspiro de partido y se consiguió, con oficio, con esa vitola de equipo que quiere campeonar, con empaque. Ese equipo que sabe a que juega, que quiere salir airoso de cada embite, en tardes de sufrimiento y victorias, para poner la séptima victoria seguida en su casillero y que pase el siguiente.

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