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CRÓNICA: Maldito descuento (El Albacete- UD Logroñés de Ángel Sedano)

Maldito descuento. Un titular que resume las sensaciones encontradas o no encontradas en un partido de fútbol.

Un gol en el descuento es un jarro de agua muy fría, un arañazo en la espalda. Es como la cobra de esa chica que te hace tilín o tolón.

Un gol en contra en el descuento es ese que te deja cara de tonto cuando lo recibes y te da subidón cuando lo metes y celebras cuando todo se daba por perdido. Ese gol es vida unas veces y resignación, cuando lo recibes pensando que estaba todo ganado, otras.

Ortuño y su cabeza. El más listo de la clase marcaba, tras un balón colgado al corazón del área con una defensa riojana como espectadora de lujo, el gol en el minuto noventa y dos. Ese gol que provocaba un empate en el Carlos Belmonte y hacía que una necesitaba UD Logroñés dejara escapar dos puntos.

Toca ahora resetear y volver a encontrar el camino de la victoria. Esa tan necesaria, esa que tocas con los dedos… esa victoria que vuelven a negarte los minutos de prolongación… un día más.

La UD Logroñés se presentó en el Carlos Belmonte con la vuelta del hijo pródigo. Iñaki, el capitán, volvía al once titular a las puertas de la primavera. Su invierno fue largo para él y también para un equipo que necesita de su capitán y de sus centros.

La presencia del jugador franquicia de este equipo es vital y seis minutos fueron suficiente para demostrarlo. Su zurda acarició el balón poniendo un centro medido que Nano Mesa remató fuera.

Iñaki estaba de vuelta. Un recurso más que añadir en ataque cuando el equipo no fluye, no genera. Un recurso de calidad esencial y básico al mismo tiempo.

Mientras corría el tiempo, el Albacete ponía el corazón a un duelo frente a una UD Logroñés agazapada en ese guión tantas veces visto, ese del que no pase nada y nada pasaba.

El miedo a arriesgar más de la cuenta se apoderaba de los dos equipos. El Albacete era el último clasificado y puede que de ello proviniera su miedo atroz a perder.

La UD Logroñés era el paciente rival, el que vive bien sin que nada pase en los primeros tiempos. Ese hacer que ha caracterizado a este equipo en todos los partidos desde que llegó al fútbol profesional, tal vez por ser conocedora de que los partidos se deciden por un chispazo, un error o un acierto,

Así que el conjunto visual del partido era encorsetado. Balón aquí, balón allá, pero lejos del área. Ya habría tiempo de pisar esa zona más adelante, parecían pensar los blanquirrojos.

Aquí reside otra cuestión, en partidos cerrados, el balón parado tiene su protagonismo. Bobadilla lo demostró rematando un córner cuyo disparo Nano Mesa encontró en el área pequeña y con el que intentó sorprender en el minuto treinta y cinco.

El descanso llegó. Llovía. El Albacete llegaba a él con un gol bien anulado. El empate a cero era un resultado justo.

El segundo tiempo empezó con más de lo mismo. El Albacete se estiró más, pero sin ese Rock and Roll que dan las oportunidades, ese que otorgan los remates a la portería contraria. Nada pasaba y nada se sufría cuando se alcanzó hora de partido.

Sergio Rodríguez movía el banquillo en el minuto sesenta y siete. Paulino y Rubén Martínez salían al campo por David González y un desesperado Unai Medina en un partido para olvidar.

Y entonces un chispazo, un balón al espacio, una carrera de Nano Mesa y un disparo seco y raso al palo contrario ponían el 0-1 en el marcador. La UD Logroñés culminaba la oportunidad que tuvo y arañaba al rival.

El Albacete tenía que minimizar el gol rival, tenía que estirarse, tenía que buscar la meta de Santamaría. Mientras, la UD Logroñés debía agazaparse, ser contundente en defensa. Se exigía, de pronto, un cambio de guión para un mini partido de veinte minutos.

En el minuto ochenta y uno, Nano Mesa, con evidentes signos de dolor, abandonó el campo y Leo Ruiz ocupó su posición en el ataque riojano.

Tras ello, Andy remató un magnífico balón nacido de una falta botada por Iñaki. Ocasión muy clara para los logroñeses en el minuto ochenta y tres.

El partido se iba desencorsetando poco a poco, el tiempo corría y los objetivos estaban ahí, al filo de la navaja, con unos intentaban lograr el empate, otros buscando asestar el golpe definitivo.

Sierra se incorporó al juego, había que intentar no conceder y buscar la posesión poblando el centro del campo.

Santamaria consiguió parar la revolución albaceteña en el minuto ochenta y seis, cuando Zozulia remató a placer en el área. Y es que los riojanos defienden muy mal. Acumulan gente, pero no son contundentes.

Y entonces… entonces. Entonces llegó Ortuño, su cabeza, la pasividad defensiva y un balón colgado al área en el tiempo de descuento que sirvió para hacer el resto. Era el gol del Albacete, el empate a uno, el de los dos puntos que vuelan y el la cara de tonto que se te queda porque hoy estás en ese lado, en el de encajar el gol en el descuento.

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