Había una serie con dragones, frío, hielo, reinos… siete reinos. Esa serie añorada en la que solo te pedían que jamás te enamorases de ningún protagonista, porque quizás, volviera a ver una boda roja o una Aria que, en su último suspiro, matara al rey de la noche.
Una serie añorada por muchos de nosotros. Esa serie enrevesada por un guión que cada día cambiaba, con la que se te quedaba cara de póker con cada final. Esa serie donde siempre, siempre, siempre decían que el invierno ha llegado. Siete minutos, siete minutos ayer, con solo uno o dos minutos jugados, para que el invierno llegará a la casa de la UD Logroñes.
El invierno llegó en forma de cesión en el minuto dos. Falta dentro del área, barrera en la misma línea de gol y Santamaría, con su guardia pretoriana, sobre ella. Balón disparado que Andoni López despeja con la mano. Penalti y expulsión de Andoni López, que ayer debutaba en el lateral izquierdo de la UD Logroñés, en el minuto tres.
Santamaria para ese penalti y Bobadilla despeja el balón rechazado a córner. Tumulto. Repetición del penalti.
De nuevo Santamaria bajo palos para parar, y vaya di paró, ese penalti. Pero, en esta segunda ocasión, Salva Sevilla recogió el rechace para marcar gol. Era el uno a cero. Siete minutos jugados en los que de todo pasó.
Siete minutos y el líder ya iba ganando al equipo que llevaba seis victorias seguidas y que ahora tenía diez jugadores sobre el campo. Siete minutos se llevaban y todo era muy intenso, todo era muy cruel pero había que seguir. El invierno se acercaba.
Con ese guión se empezó un partido nuevo y condicionado. Tras ello pasó lo que pasó. Antonio Sánchez, Ruiz de Galarreta y Dani Rodríguez acechaban intentando batir a un inspirado Santamaría y a una correosa UD Logroñés.
Se llevaban jugados veintisiete minutos y el partido y las ocasiones eran bermellonas y el invierno era logroñés.
Unai Medina disparó de lejos a la media hora de juego, solo eso, muy poco bagaje ofensivo blanquirrojo y un Mallorca que no bajaba la intensidad, disponiendo de ocasiones y manteniendo el llamado tempo de partido.
Ruiz de Galarreta disparaba alto y seco, Santamaría paraba y el larguero despejaba el balón a córner en el minuto treinta y nueve. Sin embargo, un minuto después Ndiaye aprovechó una indecisión en la defensa ayer capitaneada por Pablo Boadilla para poner el dos cero.
Excesivo castigo al descanso para un equipo mermado en sus filas, condicionado por esos minutos locos del principio, aunque justo a tenor de lo visto sobre el césped.
Como dice el sabio refranero español, las desgracias jamás vienen solas. Si vas perdiendo un partido de fútbol, el llamado “dios del fútbol” te castiga más. Santamaría, el mejor del equipo ayer, pedía el cambio en el minuto cincuenta y cuatro y Yari saltaba al terreno de juego.
Seguía el monólogo bermellón en ataque mientras que La UD Logroñés bastante hacía con ser digna en un partido y una tarde para olvidar cuanto antes.
Una hora de partido y Álvaro Arnedo era sustituido. El bueno de Álvaro volvía a un campo de fútbol treinta y dos meses después de aquel fatídico día en Gobela, de aquel Jueves Santo desde el que mucho ha llovido. Ayer Álvaro volvió a sentirse futbolista, la única nota positiva de un partido como el de ayer.
Entraron Petcoff e Iñaki por Bogusz y Álvaro Arnedo. Nada cambiaba. Un Mallorca abusón, un Mallorca en modo martillo pilón, marcaba el tercero por mediación de Abdom Prats, un viejo conocido del llamado futbol de barro. Tres cero, minuto sesenta y ocho.
De ahí al final del partido siguió el asedio bermellón; llegó otra lesión riojana, esta vez la de Roni; otro gol más para cerrar un cuatro a cero en el marcador, y el frío. Mucho frío.