Arnedo está viviendo hoy el primer día de su segundo confinamiento perimetral. Pero este cierre no es como aquel de hace un mes. Hoy, con todos los locales de restauración cerrados, sus calles se hallan aún más vacías y faltas de energía.
Las puertas de los comercios permanecen abiertas; pero en sus calles, NADA, la más profunda nada acompaña a la tristeza que embarga cada rincón.
Buen tiempo en el cielo, malos tiempos en la tierra en la que la resignación, la desesperación, el desasosiego, el cansancio y el hartazgo lo embriaga todo.
A lo lejos se escuchan voces. Son las de unos niños que acompañados de sus padres salen del colegio disfrazados de Halloween. Pero por unos instantes tan sólo. Pronto se pierde el sonido de sus voces y el colorido de sus disfraces. Pronto el gris de los barrotes, las cadenas y las persianas que evidencian el cierre de los locales hosteleros vuelven a erigirse en tristes protagonistas.
Paseamos por sus calles casi sintiéndonos culpables de hacerlo. Pasamos por aquello lugares que hace unos días estuvieron ocupados por unas terrazas llenas de historias y vida. Lo hacemos en silencio, como si no quisiéramos molestar a la nada. O tal vez sólo intentando captar un sonido que vuelva a mostrarnos un resquicio de vida.
De nuevo, a lo lejos, resuenan las risas de otros niños que despreocupados y acompañados de sus padres vuelven a recordarnos que hay esperanza de derrotar a la nada.
ARNEDO EN IMÁGENES (por BCV)



